"QUE SE VAYAN TODOS"
En 1999, el poder dominante en Argentina logró convencer -a través de una fuerte propaganda y presión por todos los medios- a una mayoría del pueblo argentino, que la política económica en torno al modelo llamado Convertibilidad (1 peso = 1 dólar) era intocable y tenía aún suficiente aire. Así, se impusieron en elecciones generales los representantes de la denominada Alianza UCR-FREPASO, quienes llevaron adelante las mismas medidas económicas del Neoliberalismo impuestas por el menemismo desde hacía una década. Entonces, la economía argentina se caía a pedazos y todo era una cáscara vacía: alta desocupación, nula inversión productiva, altas tasas de pobreza e indigencia, una cultura decadente y, altísimas tasas de interés que inflamaban la especulación financiera incluso de los más pequeños ahorristas que se pasaban al dólar esperando una pronta devaluación del peso, mientras el Estado argentino hacía inviable un gigantesco endeudamiento público (no cobraba impuestos, había privatizado todos sus bienes, gastaba por demás y pedía préstamos a lo tísico). En octubre de 2001, en las elecciones legislativas, el voto negativo (nulo, en blanco, impugnado) llegó a ser primera minoría en varios lugares: la ciudadanía decía BASTA de Mentiras y Estafas, Corrupción y Negociados, "que se vayan todos". Ese hecho político fue la antesala de la creación del llamado Corralito -luego Corralón- financiero que beneficiaba a los Bancos e impedía a sus clientes retirar ahorros e incluso obstaculizaba todo tipo de operación comercial. El Estado, a través de su presidente F. De la Rúa y su ministro de economía D. Cavallo, salían a defender los intereses de los bancos y grandes corporaciones, dejendo indefensos e impotentes a la inmensa mayoría de los ciudadanos argentinos. Esa situación desataría un estallido social y furia popular (piquetes, manifestaciones, expropiaciones, marchas y revueltas) que terminaría con la declaración de estado de sitio por parte del ejecutivo, la represión antipopular de las fuerzas de seguridad que se cobrarían decenas de vidas y miles de heridos y detenidos y, la renuncia del presidente de la nación, huyendo impunenmente como un pobre cobarde y marioneta de los bancos. Muchos otros responsables políticos desaparecieron del centro de la escena en retirada estratégica y muchos otros se rasgarían sus vestiduras haciéndose los ignorantes o simplemente hipócritas; muchos, que luego se quedaron y reaparecieron con discursos "progresistas", como E. Duhalde o N. Kirchner -su elegido.
El pueblo argentino luchó en las calles valientemente, aunque al fin y al cabo, sufrió una nueva derrota a manos de los intereses institucionalizados; derrota, sin embargo, que no fue total ni definitiva, y el poder tuvo que negociar varias concesiones, principalmente, la continuidad del régimen democrático y una mayor propaganda por los derechos del pueblo.
Lamentablemente, el pasado es duro y pervive, la historia se repite, como tragedia o farsa, o sólo a la fuerza. Argentina sigue siendo un país en crisis o en emergencia económica, como denominan desde el gobierno, mientras tanto en el mundo vemos repetirse las imágenes de Argentina 2001 en diversos países, en algunos de ellos mucho más trágicas que aquí (como Grecia, Turquía, Egipto, Siria, Libia), al calor de un poder dominante que tiene nombre y apellido y se llama Capital Financiero, un poder que une los intereses de los grandes bancos y los monopolios industriales, hundiendo países enteros en poco tiempo.
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